Este viernes por fín se estrena otra de superhéroes:
Los cuatro fantásticos. Sí, una de esas películas en las que todo son alardes técnicos y efectos especiales sorprendentes que ya no sorprenden a nadie. Uno de esos partos rentables de la factoría Marvel que los friquis como yo esperamos como si fuera la última llegada del cometa Halley antes del Apocalipsis. Sabemos de antemano que será una mierda, que nos venderán una cagalera cósmica de proporciones ingentes y que al final, los chicos, pertrechados de voluntad, poderes, y unas mallas de colores que nadie más tiene huevos de ponerse, lo solucionarán todo in extremis ante el regocijo orgásmico de las hordas de seguidores que desde sus pringosas butacas fagocitan todo el metraje de celuloide, las palomitas y hasta las uñas propias y ajenas. Da igual. Pienso comerme lo que me echen. A mí me basta con ojear el culo de Sue y soñar que como Reed, soy todo tentáculos. Y recordad que si a la salida del cine alguien os pregunta por la peli con aire de "ya te lo dije" o "Es un truño", siempre le podéis decir que es una adaptación fiel del cómic y que si no lo entiende es que no ha leido ni comics ni etiquetas de cereales en toda su puta vida. Que se vaya al videoclub a por la última del Pajares, que el cine español está de moda.
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